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Mercado Laboral underground en Cuba ¿cuánto se paga por un empleo? 

Origen: Pagar por trabajar: ¿cuánto cuesta un empleo en Cuba? CubanetCubanet

LA HABANA, Cuba.- Armando, un joven de 30 años, está buscando trabajo en el sector estatal pero apenas ha logrado reunir la cantidad necesaria para obtener la plaza que busca. Ha ido a ver a un prestamista y hasta ha colocado en venta algunos adornos y muebles de su casa para llegar a los 600 dólares que le piden en la empresa Cubataxi por un empleo de chofer.

Si no paga esa cantidad, me dice el propio Armando, le dirán que todos los puestos de trabajo están ocupados, aunque él sabe que siempre existe al menos un par de lugares “fantasmas” en la nómina de la empresa, a la espera del mejor postor.

El mercado clandestino de empleos en las empresas estatales de la isla no es un fenómeno surgido en la coyuntura económica actual. Desde los años 80 se escucha hablar de personas que han debido pagar por ocupar un puesto de trabajo, sobre todo en el turismo, incluso por acceder a estudios de nivel medio o universitario.

La agudización de la crisis económica, la inestabilidad legal del sector privado y el constante acoso al cuentapropismo por parte del gobierno, entre otras causas, han favorecido el enraizamiento de este tipo de contrabando e incluso su penetración en espacios bajo el dominio directo de los militares, como han sido los casos de empresas como SASA, dedicadas a la comercialización de recambios para autos o Rent-a-car de Gaviota, de alquiler de vehículos para el turismo, donde las plazas pueden alcanzar valores entre los 5 mil y 10 mil dólares.

María Elena Verdecia fue trabajadora de uno de estos puestos de renta ubicado en el aeropuerto José Martí, de La Habana, y nos comenta sobre los mecanismos de contrabandeo laboral:

“(…) el total de las plazas han sido compradas o han sido ocupadas por personas que tienen algún tipo de relación familiar o de amistad con funcionarios de la empresa”, asegura Verdecia, y continúa: “El Rent-a-car del aeropuerto es uno de los más codiciados, esa plaza cuesta 5 mil dólares, porque se sabe que ese dinero se puede recuperar en un par de meses. (…) Pero después que pagas los 5 mil, todos los meses tienes que mantener contento a los jefes, al de Personal de la empresa, a los inspectores pero aun así es una plaza muy codiciada, aunque peligrosa, por eso me tuve que ir de allí, sabía que en cualquier momento podía caer presa. (…) En ningún Rent-a-car entra nadie a trabajar porque ha caído bien o porque ha tenido suerte, es un negocio donde está enredado todo el mundo”.

Por otra parte, Juan Carlos, responsable de ventas de un puesto de renta de autos para el turismo, afirma que en el año 2001 debió pagar unos 2 mil dólares por su empleo:

“Tuve que pedir prestado el dinero a una tía de mi esposa que vive en los Estados Unidos (…), después se lo pagué en tres meses. (…) Pero en el 2001 no había tanto turismo como ahora, por eso los que entran tienen que pagar 3 mil, 4 mil y hasta tengo amigos que han pagado 6 mil porque se sabe que se le saca ese dinero fácil en unos meses (…). Yo no tengo miedo porque esto lo sabe todo el mundo, las plazas en turismo casi todas se venden, pregúntale a cualquiera por ahí”, dice Juan Carlos.

No solo obtener un empleo en el turismo supone un acto de compra-venta o de soborno, también en el “naciente” sector cooperativo se han replicado estos fenómenos, como ha sido el caso de los taxis ruteros, donde el costo de la plaza de chofer oscila entre los 100 y los 500 dólares.

Manuel, chofer de un microbús perteneciente a una de las cooperativas de La Habana, pagó en febrero de 2016 unos 200 dólares por su puesto de trabajo:

“Fueron 200 pesos (dólares) y entré a trabajar ese mismo día. La primera vez que fui a pedir un trabajo, yo que soy chofer desde hace 20 años, me dijeron que no había plazas (…), fui a ver a un vecino que trabaja en los ruteros y él me dijo cómo había que entrarle a la cosa. (…) Como a los dos días fui con el tipo del que me hablaron y, como te digo, empecé a trabajar al momento. (…) Ahora sé de gente que ha pagado hasta 500 pesos, cuando son los microbuses, porque para los carros (autos de 4 plazas) nadie paga más de 100 pesos”, asegura Manuel.

Comprar un empleo es algo común para los cubanos, tanto es así que aquellas personas de bajos recursos y para los que resulta extremadamente difícil conseguir el auxilio de un prestamista, ni siquiera se acercan a las empresas estatales a solicitar empleo.

Aunque Javier Echemendía, de 53 años, ha trabajado en la Empresa de Ómnibus Urbanos de La Habana desde finales de los años 80, asegura que, a pesar de haberlo intentado, jamás ha podido contratarse como chofer en empresas como Transgaviota o Transtur.

“Dondequiera te piden dinero por una plaza, así a lo descarado te dicen que si no pagas no entras, ¿y a dónde uno puede ir a quejarse si siempre son familia de tal o más cual dirigente o todo está arreglado por ahí para arriba? (…) Yo he visto que han aceptado a chiquitos con menos experiencia que yo, que en treinta años jamás he tenido un accidente, y es porque pagan la plaza. (…) Incluso para entrar como segundo jinete (plaza compartida por dos choferes) en Cubataxi hay que pagar. Esto no es para gente pobre”, dice Javier.

Para complicar la situación, empresas como Cubataxi han creado la figura del chofer secundario o “segundo jinete”, que es un chofer subcontratado por el chofer principal que actúa como dueño del auto estatal, un experimento que emula el escenario, en fase de eliminación, de los llamados “boteros” del sector cuentapropista y que convierte al Estado en un beneficiario indirecto de la explotación laboral.

El segundo jinete, prácticamente sin derechos laborales elementales, debe pagar al primero una suma diaria acordada, además del pago inicial por ocupar el puesto.

Con respecto a esto, Marcos, un chofer subcontratado, nos explica:

“Es un taxi estatal pero el chofer lo usa como si fuera un almendrón. Supuestamente yo debería ser su ayudante o copiloto en viajes largos, o cubrirle las vacaciones, cosas así, pero en realidad él lo que hace es sentarse en su casa mientras yo manejo más de diez horas al día para poder pagarle el dinero. (…) Yo por esa plaza pagué 300 dólares, más tengo que darle 30 dólares diarios, pero yo con eso estoy reuniendo para conseguir una plaza de chofer principal o comprar un Cocotaxi que también da su dinero y con menos problemas”, afirma Marcos.

Entre los trabajos más codiciados y por los cuales es preciso pagar, a modo de soborno, sumas de dinero que doblan en decenas y hasta en un centenar de veces el salario anual promedio de los cubanos, se encuentran aquellos vinculados al turismo y al acarreo de mercancías entre almacenes y grandes empresas, también aquellas dedicadas a la importación y exportación de productos, en especial los alimentos y las piezas de recambios para autos, de modo que empleos como el de un valet parking en un hotel o jefe de almacén, incluso de ayudante de almacenero o estibador, en cualquier empresa estatal, por ejemplo, están valorados por encima de los mil dólares.

¿Por qué no funciona el Capitalismo Militar Totalitario de Estado en Cuba?

Origen: ¿Por qué no funciona el capitalismo militar de Estado? | Diario de Cuba

Circula por Internet una divertida parodia de Despacito, la exitosa canción de Luis Fonsi, ridículamente bailada por Raúl Castro, su hijo Alejandro, coronel formado en Moscú en las escuelas de inteligencia del KGB, y el nieto y guardaespaldas del general-presidente, Raúl Guillermo, apodado «El Cangrejo».

Es la familia imperial cubana. Los tres, como toda la población, perciben que el país se hunde en la miseria, pero están paralizados por el terror a perder el poder. A estas alturas, Raúl Castro no tiene la menor duda de que el capitalismo militar de Estado no funciona, y sabe que sus reformas, los «lineamientos», han fracasado, pero insiste en marchar hacia el abismo «sin prisa, pero sin pausa».

El capitalismo militar de Estado es el modelo económico puesto en marcha por Fidel Castro desde los años 90, orgullosamente diferente al chino y al vietnamita. ¿Por qué no funciona?

Esencialmente, por dos razones vinculadas a la naturaleza humana: primero, porque no está basado en incentivos sino en el temor a los castigos. Si algo aprendimos con toda certeza del conductismo es que los refuerzos positivos tienden a reproducirse mientras los negativos producen el efecto contrario. En segundo lugar, el capitalismo militar de Estado prohíbe y reprime el ímpetu de los emprendedores, que es el principal motor del desarrollo y progreso de cualquier sociedad.

Grosso modo, el capitalismo militar de Estado se basa en la idea de que las principales fuentes de riqueza de Cuba están en las 2.500 empresas medianas y grandes del país, todas resguardadas en el ámbito estatal, preferentemente dirigidas por militares, mientras las actividades menores de servicio (restaurantes, pequeñas pensiones, payasos de fiestas particulares y un sinfín de minucias) le darían trabajo al grueso de una población cuidadosamente vigilada para que no acumule capital y así privarla de su potencial poderío político.

Objetivamente, estamos frente a un modelo de organización económica centralizado y planificado, sustentado en el mecanismo escolástico clásico: todas las verdades ya han sido descubiertas por los padres de la patria, y lo único que le queda a la sociedad es verificar constantemente la sabiduría de los próceres.

De esa estupidez se deriva otra: ya han sido formulados los 500 proyectos que aguardan en Cuba a los capitalistas extranjeros que quieran invertir y beneficiarse de la mano de obra dócil y barata que abunda en el país. Los economistas del régimen los han detallado minuciosamente. La planificación centralizada es eso: todo ha sido pensado y elaborado. No hay espacio para la improvisación y la creatividad. Tampoco para el mercado ni la competencia, esos inventos diabólicos del neoliberalismo.

No sé si Raúl Castro y sus consejeros han examinado el perfil de las naciones modernas exitosas, pero todas están sujetas al crecimiento mediante lo que Hayek llamaba el «orden espontáneo». La economía crece en ellas libremente, sujeta al mecanismo de tanteo y error, guiada por el impulso de los emprendedores con sus esfuerzos espasmódicos, en las que unas veces «ganan» y otras «pierden», porque si algo es seguro en un régimen de libertad económica, es que no existe la menor seguridad. Los consumidores son los que deciden y estos son impredecibles.

¿Y quiénes son esos emprendedores que asumen todos los riesgos? No se sabe con certeza. El economista Wilfredo Pareto, en otro contexto, lanzó la hipótesis del 80-20, y es probable que la proporción sea, más o menos, la que se presenta en todas las sociedades. El 20% persigue sueños, trabaja incansablemente, se esfuerza con denuedo, inventa, innova, fracasa y se vuelve a levantar, y tira hacia delante del 80% restante.

Es cierto que una reducida parte de ese 20% alcanza un éxito económico tremendo, pero perseguirlos en nombre de la igualdad, más que un crimen es una absurda injusticia. Si Jeff Bezos hoy es el hombre más rico del planeta porque ha revolucionado la venta directa por medio de Amazon, o si Amancio Ortega es el más poderoso de España debido a las tiendas Zara, es algo admirable que solo condenan unos descerebrados de esa izquierda reaccionaria y mercantilista que continúa sin entender cómo se crea, esparce o destruye la riqueza.

A Raúl Castro y a su familia no les debía ser tan difícil entender este fenómeno. A principios del siglo XX regresó a Cuba un gallego muy pobre y semianalfabeto que pocos años antes había ido a pelear a la Isla por cuenta de su derrotada España. Lo repatriaron, pero volvió. Tenía el fuego del emprendedor y advirtió que Cuba era una tierra de oportunidades.

Cuando murió, medio siglo más tarde, dejó una fortuna de unos siete millones de dólares (hoy serían 100), varias docenas de trabajadores, una finca azucarera grande en la que funcionaban un cine, una estafeta de correo y una escuela. Se llamaba Ángel Castro, era el padre de Fidel, Raúl y otra decena de hijos. Murió antes de que sus descendientes inventaran el nefasto capitalismo militar de Estado.

‘¿Delegado yo?’ | ¿Delegado Tú? Cuba 

Origen: ‘¿Delegado yo?’ | Diario de Cuba

«Barrios en transformación», así llama el Gobierno a las comunidades habaneras más pobres, habitadas mayoritariamente por población de raza negra y que son las más golpeadas por los bajos salarios, el deterioro del fondo habitacional y las infraestructuras, entre otros problemas, como reflejan las propias estadísticas oficiales.

«Barrios marginales» los llaman sus propios habitantes, quienes ante la pregunta de si estarían dispuestos a ser delegados del Poder Popular en su circunscripción para intentar cambiar las condiciones de la comunidad responden con escepticismo, aunque algunos se muestran dispuestos.

«¿Delegada yo? Qué va, eso es de politiquería, mijo», dice Hortensia, residente en la barriada El Moro.

«Para eso tienes que ser del Partido o de la Juventud y aquí hace falta gente común que viva como nosotros porque así los problemas no hay que planteárselos, reconocen cuáles son. Por eso yo digo que en estos suburbios nada cambiará nunca mientras la política esté de por medio».

En La Cuevita todo el mundo conoce a Julito Prado por dos condiciones: ser devoto de Changó y por «calentar con la verdad y sin pelos en la lengua» cualquier reunión en su barrio. Cuando se le pregunta si quisiera ser delegado de su circunscripción, responde que sí.

«Pero cuando todo eso deje de ser política», matiza de inmediato. «Porque el racismo, la marginación y las malas condiciones de nuestras casas no se resuelven con Lineamientos. La Timba, Indalla, La Jata, Miraflores, Cayo Hueso, El Canal, La Guarapeta, Lawton, Jesús María, Pogolotti, todos estos barrios y muchísimos otros llevan años en las mismas condiciones, desahuciados, y ninguno de esos delegados resuelven ni transforman nada».

Natividad Gómez también quisiera ser delegada de su circunscripción en Atarés, pero alega no estar «integrada» al Partido Comunista y otras organizaciones del Gobierno.

«Si yo fuese delegada, acabaría con el trapicheo de materiales de construcción para que la gente pudiese arreglar sus casas como Dios manda», sueña en voz alta. «También alegraría el barrio reparando sus calles, sus escuelas, sus parques y todo eso con menos reuniones y con menos pipas de sirope de refresco».

En opinión de Reynaldo Falcón, de la barriada Altahabana, la cuestión es para qué un cubano de a pie quiere ser delegado de su circunscripción. «La única vez que fui a votar fue hace más de 15 años, cuando en el barrio se postuló un amigo mío, Denis Frank», recuerda.

«Se presentó como independiente, pero no estaba afiliado a ninguna organización disidente. Logró llegar a delegado por encima de cinco miembros del Partido. Sin embargo, le hicieron la vida un yogurt y hasta lo acusaron de aprovecharse del cargo para beneficio propio. No duró ni un año como delegado».

Los más jóvenes

Las generaciones más jóvenes, esas que a criterio de la realizadora audiovisual Yaíma Pardo «fueron desterradas de toda la épica de la Revolución», también asumen al delegado de la circunscripción como una herramienta política, «como un policía más que te vigila».

«En estos barrios muchos jóvenes somos mal mirados por la simple razón de que no tenemos buenos estudios o porque no pertenecemos a las organizaciones de masas», apunta Raúl Daniel, de La Güinera, quien asegura manejar «los dos idiomas de la vida: el del barrio y el decente».

«Sé manejarme con todas las personas, por eso me cuentan sus problemas, lo reales, los que duelen, y porque de corazón y desde mis posibilidades intento ayudar aunque sea aconsejando. Eso no lo hace ningún delegado que yo haya conocido en mis 30 años, ni con su carné del Partido, ni con sus muelas sobre el imperialismo y el bloqueo. Yo no creo que hagan falta delegados, sino gente con deseos de cambiar las cosas de verdad».

En cambio, Yadiris Susana, joven de 25 años y vecina de El Canal, cree que los delegados son necesarios.

«Pero tiene que ser un tipo que de verdad represente los problemas del barrio y no que solo lo veas en las reuniones del Comité (de Defensa de la Revolución), cacareando las necesidades de la Revolución o culpando a la gente por las montañas de basura, los robos o los incumplimientos con las tareas ‘cederistas’. Como delegada me importaría que las mujeres jóvenes tuviesen círculo infantil para sus hijos, y acabar con la violencia que tenemos dentro por vivir apiñados».

«Yo quisiera ser delegado para que el pasado no nos persiga como el jefe de sector» de la Policía, dice Rubencito, del reparto Juanelo.

«Uno se portó mal en el pasado, pero también la gente cambia. Muchos jóvenes en estos barrios nos convertimos en promotores naturales de la comunidad haciendo acciones culturales y la propia gente nos agradece y hasta nos admira por eso. Somos más populares que cualquier delegado, porque saneamos el barrio sin que nadie nos mande ni porque queramos cumplir con el Comité ni con nadie», añade.

«Lo hacemos por el barrio. ¿Un delegado puede hacer eso?».

La otra deuda de los asaltantes al Moncada. Me ha quedado muy clara #Cuba  

Origen: La otra deuda de los asaltantes al Moncada CubanetCubanet

La otra deuda de los asaltantes al Moncada

Hoy los castristas aplican a sus opositores medidas de sujeción y vigilancia como no le fueron aplicadas a ellos

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De izquierda a derecha,
Ramiro Valdés Menéndez, José Ramón Machado Ventura y Raúl Castro Ruz (Foto: radiorebelde.cu)

LAS TUNAS, Cuba.- “¿El Movimiento 26 de Julio pudo convertirse en partido político después de la amnistía de 1955 y ganar las elecciones con Fidel al frente…?”, preguntó una ex estudiante de bibliotecología.

Moviendo la cabeza en gesto negativo, como diciéndome: “¡Te lo advertí, metiste la pata!”, un amigo y viejo archivero me miró, haciéndome responder: “Bueno, sí, y esa es la otra deuda que tienen los asaltantes del Moncada, y en este caso no con los familiares de los militares muertos, sino con el sistema judicial de la ‘pseudorepública y la dictadura batistiana’ pero, que yo sepa… Fidel Castro no consiguió en su época de estudiante hacerse elegir ni para presidente de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), ¿no?

Estábamos mirando el Noticiero de la Televisión cubana (NTV) el pasado viernes. Delante teníamos guerrilleros colombianos de las FARC, mostrando visible regocijo tras la amnistía concedida por el gobierno del presidente Santos.

Las imágenes de los ex sublevados colombianos, disponiéndose a integrar un partido político para conseguir con votos el poder que no pudieron tomar con las armas, habían hecho formular la interrogante a la ex estudiante de bibliotecología, y, a la vez, inducido nuevas críticas del viejo archivero.

Procurando concisión en “La deuda de los asaltantes al Moncada”, publicado en CubaNet, sólo mencioné la cifra monetaria como responsabilidad civil de los asaltantes, sin mencionar las sanciones accesorias, haciendo que el viejo archivero, luego de leer el artículo, en aquella oportunidad me advirtiera: “Pecaste por omisión. Cuando Fidel Castro leyó la sentencia por el asalto al Moncada, más que la sanción principal de cárcel, o la de pagar unos miles de pesos por daños y perjuicios, debió molestarle las sanciones accesorias; pero a no dudarlo, sentiría alivio cuando se vio amnistiado y no indultado. Debiste mencionar eso”.

Los asaltantes del Cuartel Moncada habían sido sancionados a privación de derechos al sufragio, a la suspensión de los derechos paterno-filiales y de tutela, al ejercicio de profesiones independientes y para ocupar cargos públicos, así como a la sujeción y vigilancia de las autoridades, y recordando la amonestación del archivero, dije a la ex estudiante de bibliotecología: “El problema es que Fidel Castro, no ya como abogado, sino incluso como padre, no podía representar ni a su hijo; y por supuesto, ni él ni los demás asaltantes condenados podían elegir ni ser elegidos, si en lugar de salir de la cárcel por una amnistía, hubieran recobrado la libertad por un indulto”.

Por el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, el ya difunto Fidel Castro Ruz fue condenado a “quince años de reclusión”; trece años de reclusión debía cumplir su hermano Raúl, hoy general de ejército, presidente del Consejo de Estado y de Ministros, y diez años el ahora comandante de la revolución Ramiro Valdés Menéndez. En el caso de las sanciones accesorias, las sentencias condenatorias especificaban: “Interdicción (prohibición) para el derecho al sufragio activo y pasivo, para el desempeño de todo cargo público, para el ejercicio de profesiones liberales (medicina, abogacía, periodismo…) y para completar civilmente la personalidad de los menores o de incapacitados mientras se cumpla la sanción principal.

En cuanto a desplazamientos, en caso de que hubieran cumplido la sanción de privación de libertad, limitaba el movimiento de los asaltantes “por un período igual al impuesto en la sanción, y sujeción a la vigilancia de la autoridad por igual período a la sanción principal, debiendo presentarse cada treinta días ante el jefe de Policía del lugar de su residencia, sin que pueda variar de domicilio sin la autorización previa y por escrito de aquel”.

Así, el difunto Fidel Castro hubiera estado sujeto a vigilancia policial, sin poder cambiar de domicilio sin autorización previa hasta 1983; su hermano Raúl hubiera tenido que reportarse, como hoy hace con sus prisioneros, hasta 1979; y Ramiro Valdés, en lugar de perseguidor y supremo carcelero, habría estado bajo los ojos de los policías hasta 1973.

Pero la Ley de Amnistía No. 2 del 6 de mayo de 1955, haría que los asaltantes al cuartel Moncada fueran liberados cuando aún no habían cumplido dos años de prisión, extinguiendo la sanción principal de cada uno de los inculpados, y lo más importante, restituyéndoles todos sus derechos civiles y políticos.

Contrariamente al indulto, que sólo extingue la sanción principal y nunca las accesorias, ni se extiende a la cancelación de los antecedentes penales, la amnistía extingue la sanción principal y todos sus efectos secundarios, menos los de responsabilidad civil, en caso de no disponer otra cosa.

¿Qué hubiera sido de los asaltantes del Moncada, si a ellos hubieran aplicado en 1955 las medidas de castigo que ellos comenzaron a ejecutar desde que tomaron el poder en 1959 y que no han dejado de aplicar hasta el día de hoy…?

Los asaltantes al Moncada nunca hubieran podido ir a México. Pero incluso llegando a ese país, y habiendo sido capturados, como de hecho fueron detenidos por la policía mexicana, el mero aviso de INTERPOL como sujetos de búsqueda, les hubiera impedido abordar el yate Granma para venir a guerrear a Cuba.

Hoy los castristas aplican a sus opositores políticos medidas de sujeción y vigilancia como no le fueron aplicadas a ellos una vez amnistiados.

Salvo la obligación de pagar poco más de 55 mil pesos por concepto de responsabilidad civil por daños y perjuicios, la amnistía liberaba a los asaltantes, como ya en el poder los asaltantes no han liberado a ningún prisionero, contrayendo así, con la Historia de Cuba y con la nación cubana toda, una deuda moral que ya jamás podrá ser honrada.

Fidel Castro nunca tuvo Amigos #Cuba 

Origen: Los pactos políticos del M-26-7 CubanetCubanet

Los pactos políticos del M-26-7

¿Con quién era el principal compromiso de Fidel Castro?

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Fidel Castro durante un acto por el 26 de Julio (Periódico Vanguardia)

LA HABANA, Cuba.- En 1957, cuando Fulgencio Batista decidió convocar elecciones generales ante miles de sus partidarios, donde él no sería candidato, Cuba gozaba de una economía floreciente, gracias sobre todo a la escasez de remolacha en los campos europeos; y Fidel Castro, con su fusil de mirilla telescópica a cuestas en lo más intrincado de la Sierra Maestra, continuaba empeñado en llegar al poder.

Había formado parte de varios pactos, todos a nombre del Movimiento 26 de Julio, con los cuales no se sentía conforme. Era lógico que luego tuviera que compartir la victoria con otras organizaciones.

Así, rechazó unos y aceptó otros a regañadientes. El Pacto Diálogo Cívico lo rechazó de plano en marzo de 1956. En cambio, el Pacto de México, con José A. Echeverría, se vio obligado a aceptarlo.

El 12 de julio de 1957 firmó El Pacto de la Sierra, junto a dos figuras claves de la época: Raúl Chibás, uno de los más queridos dirigentes ortodoxos, y Felipe Pazos, destacado economista cubano, célebre en el campo de las finanzas.

En el bohío de Fidel discutieron aquellos tres hombrees durante días. Querían lograr un urgente llamado a todos los partidos políticos de la oposición, con el fin de derrocar a Batista lo más pronto posible.

Fidel había escrito la parte económica del Pacto, donde menciona el incremento de la industrialización para una Cuba libre, pero no las nacionalizaciones empresariales, ni la colectivización de las tierras. Era evidente que resultaba menos radical que sus declaraciones anteriores y mucho menos que La historia me absolverá.

Aceptar aquel Pacto no sólo representaba lograr el cese del envío de armas a la dictadura, sino poner fin al derramamiento de sangre mediante la celebración de elecciones libres y, además, obtener un gobierno democrático, libertad de prensa, el respeto a los derechos humanos y autonomía de los sindicatos.

También se rechazaba la sustitución de Batista por una junta militar y sí se aceptaba un presidente provisional, no político, para celebrar elecciones al año siguiente, según la Constitución de 1940.

Aun así, fracasó.

Según señala muy escuetamente la enciclopedia cubana Ecured, autorizada por la dictadura castrista, el fracaso del Pacto se debió a que “como los opositores a Batista preferían moverse dentro del marco de la legalidad, no se adhirieron a sus cláusulas de declaración de guerra”.

El Che Guevara, un poco después, argumentó que el Pacto de la Sierra no había satisfecho las expectativas del Movimiento 26 de Julio y lo consideró “un programa mínimo, que no serviría más allá del momento”.

Se refirió a “los propósitos macabros de una burguesía importada, vinculada a los amos imperialistas”, olvidando que había sido precisamente esa burguesía autóctona de Cuba la que ayudaba con grandes cantidades de dinero a las guerrillas de Fidel.

El Che no habló claro. En realidad, si Fidel estuvo de acuerdo en firmar aquel Pacto, fue porque estaba consciente de que aún el pueblo no tenía confianza en el triunfo de su lucha armada.

La prueba más objetiva era el fracaso de las dos huelgas generales que convocó, en las que las masas no tuvieron ninguna participación. La primera en julio de 1957 y la segunda el 9 de abril del siguiente año.

“Sabíamos que no era posible realizar nuestra voluntad desde la Sierra Maestra y por eso teníamos que contar con una serie de ‘amigos’, que utilizaban nuestra fuerza militar para sus propósitos”, dijo al respecto el Che.

Quiso decir el argentino guerrillero que aquel Pacto había sido aceptado de forma hipócrita, puesto que aseguró que “se trataba sólo de un pequeño alto en el camino”.

A Fidel lo que le importaba era derrocar a Batista para convertirse en el jefe máximo del país. Las alianzas que pactara con líderes revolucionarios podrían disolverse, sobre todo si éstos le hacían sombra. Apartarlos del camino sería fácil, por mucha trayectoria y carisma que tuvieran. Morirían o escaparían al exilio, lejos del paredón.

En definitiva, su principal pacto había sido con Lucifer.

Periodista Sol García Basulto | En arresto domiciliario por violar la Censura Castrista 

Origen: La SIP rechaza el arresto domiciliario de la periodista Sol García Basulto | Diario de Cuba

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) expresó este martes su rechazo al arresto domiciliario de la periodista camagüeyana Sol García Basulto por desempeñar la profesión y lamentó una acusación similar contra el comunicador Henry Constantín Ferreiro, reporta EFE.

La SIP repudió que los periodistas en Cuba estén expuestos al arresto por «ejercer su derecho a recopilar información y difundirla a través de un medio de comunicación, un derecho humano amparado por numerosos tratados internacionales».

Los colegas cubanos «siguen padeciendo las nefastas consecuencias de lo que implica una sociedad regulada», expresó en un comunicado Roberto Rock, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP.

García Basulto, de la revista La Hora de Cuba, está desde este lunes en prisión domiciliaria.

La periodista fue citada el lunes por la policía para informar «novedades» relacionadas a su acusación por presunta «usurpación de la capacidad legal», impuesta en marzo pasado por «hacer entrevistas en la vía pública y publicarlas en la revista», precisó la SIP.

La organización, con sede en Miami, señaló que Ferreiro, vicepresidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP para Cuba, fue acusado por el mismo delito, que es penalizado con una multa o la privación de libertad por entre tres meses y un año.

La SIP reiteró su oposición al carácter «obligatorio de la colegiación y al requerimiento de título universitario para poder ejercer el periodismo».

«Soy inocente. Siempre he ejercido mi libertad de expresión, palabra y prensa registradas en la Constitución de la República y en la Declaración Internacional de los Derechos Humanos», denunció García Basulto a DIARIO DE CUBA.

Asimismo, explicó que su caso ahora está siendo llevado por la policía política, por el oficial Yusniel Pérez Estrada, primer teniente de Operaciones Territoriales.

García Basulto pidió a la prensa extranjera y a la opinión internacional que contactaran a este oficial: «Para más información llamen al primer teniente Yusniel, este es el número de su oficina: 5332278268. Se los agradecería mucho por este apoyo».

En los últimos meses el régimen le ha impedido a García Basulto llegar a La Habana y viajar a Panamá, la detuvo en noviembre y le ha prohibido ejercer el periodismo.

En mayo, en entrevista con este diario, la joven (madre soltera que tiene un niño de tres años) afirmó que los agentes de la Seguridad del Estado no la dejaban «llevar una vida normal» y que «interrumpían en cualquier momento».

«Muchas personas intentan persuadirme de los riesgos que tiene esta carrera (el periodismo) y me dicen que lo deje por mi hijo. No saben que funciona a la inversa: lo hago por mi hijo, porque no soporto la idea de llevarlo a una escuela donde lo obligarán a repetir consignas mediocres que hablan de muerte y de ser como asesinos. Tampoco voy a separarlo de su familia sacándolo del país, porque él no solo me tiene a mí, también tiene padre, abuelos, tíos, una familia que lo ama y el derecho de estar con ellos. Lo correcto es estar aquí y señalar lo que no está bien», concluyó García Basulto.

 

 

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Remésele a su Familiar en Cuba

Para Todos!!!

Necesidad de Revisar y Reevaluar la Reforma Agraria en Cuba- Julio Cesar Morales

Adónde se fue la Revolución, Adónde se fue la reforma agraria ?
por Mario J. Viera, Agencia Cuba Verdad
LA HABANA, mayo 1998- Han transcurrido 37 años desde que se firmara el histórico documento que se propuso como ley complementaria al Artículo 90 de la Constitución de 1940, que proscribió el latifundio. Treinta y siete años es tiempo suficiente para valorar los resultados de cualquier disposición legal.
¿Qué beneficios aportó al país la promulgación de la Ley de Reforma Agraria de 1959? ¿Se cumplieron los objetivos que el documento jurídico se proponía?
Antecedentes
La necesidad de una reforma agraria en Cuba se venía planteando desde mucho antes de la Convención Constituyente del 40. Para que Cuba, que ocupaba entonces una posición destacada en América en una serie de indicadores económicos y sociales pudiera dar un salto en su desarrollo, debía primero modificar las estructuras que deformaban su economía, especialmente la presencia del latifundismo, el monocultivo azucarero, el bajo nivel de industrialización y su dependencia casi total del mercado y comercio exteriores.

Varias propuestas, así como proyectos de reforma agraria fueron presentados bajo la inspiración del Artículo 90 de la Constitución. El 15 de mayo de 1947, el representante a la Cámara por el Partido Ortodoxo doctor Manuel Dorta Duque, presentó ante el Congreso un proyecto de Código Cubano de Reforma Agraria, que no fue aprobado, y que, de haberlo sido, como afirmara Monseñor Carlos M. de Céspedes en un artículo aparecido en la revista Vitral de mayo-junio de 1997, «muchos quebraderos de cabeza nos hubiéramos quitado de encima como nación».

La ansiada ley complementaria del Artículo 90 tuvo que aguardar 12 años después de presentado el proyecto del doctor Dorta para que fuera promulgada, en medio de los conflictos sociales que generaba un proceso revolucionario radicalista.

Objetivos formales de la ley
La ley del 17 de mayo de 1959 se propuso entre sus principales objetivos formales la diversificación de la industria y la supresión de la dependencia del monocultivo azucarero. El gobierno revolucionario, con la implantación de esta ley, pretendía dar «resguardo y estímulo a la industria», e impulsar «la INICIATIVA PRIVADA mediante los necesarios incentivos, la protección arancelaria, la política fiscal y la acertada manipulación del crédito público, el privado y todas las otras formas de fomento industrial».

Se aspiraba también a que, con una redistribución de la propiedad agraria, se facilitaría el surgimiento y extensión de nuevos cultivos que, además de proveer materias primas para la industria nacional, pudieran satisfacer las necesidades del consumo alimenticio, y se elevara la capacidad de consumo de la población, mediante el aumento progresivo del nivel de vida de los habitantes de las zonas rurales, lo que contribuiría, al extender el mercado interior, a la creación de industrias que resultan poco rentables en un mercado reducido.
Consecuencias políticas
Los términos en que se planteaba la reforma del régimen de tenencia de la tierra, tal como los concebía la ley, condujeron al deterioro de las relaciones diplomáticas y comerciales con los Estados Unidos. Los dos aspectos conflictivos del texto legal fueron el límite máximo de extensión de tierra (36 caballerías, o 402.6 hectáreas) que podría poseer una persona natural o jurídica (Artículo 1), y la forma de pago por las expropiaciones (Artículo 31).

El Artículo 31 de la Ley de Reforma Agraria estableció que las indemnizaciones por concepto de expropiación se cubrirían mediante bonos de la deuda pública pagaderos a 20 años, con un interés anual no mayor del 4,5 %. Esta disposición era inconstitucional, pues violaba el Artículo 24 de la Ley Fundamental, que había puesto en vigor el Consejo de Ministros (órgano con facultades legislativas tanto como ejecutivas) del gobierno revolucionario, que exigía el pago previo y EN EFECTIVO de la indemnización fijada judicialmente en caso de expropiaciones realizadas por causas justificadas y utilidad pública o interés social.
Estados Unidos se mostró renuente al sistema de pago adoptado por la ley que afectaba a las propiedades de sus ciudadanos en Cuba. En carta fechada el 15 de junio de 1959, y dirigida al embajador en Cuba de los Estados Unidos, el entonces ministro de Relaciones Exteriores del gobierno cubano, doctor Raúl Roa, decía: «(…) es motivo de grata complacencia (…) consignar el expreso reconocimiento que hace (el gobierno de los Estados Unidos) del derecho que asiste al (gobierno de Cuba), desde el punto de vista de su jurisdicción interna, y a la luz del régimen jurídico internacional, de expropiar la propiedad de ciudadanos norteamericanos con fines de carácter público y de utilidad social, mediante la indemnización correspondiente».
Más adelante, en la misma carta, Roa señalaba: «La preocupación fundamental que traduce la nota (del embajador norteamericano) vio suma y compendio de las reservas, prevenciones y reparos que contiene –es la forma de pago adoptada (…) para indemnizar a los ciudadanos norteamericanos (…)».

Lo que pudo resolverse en la mesa de negociaciones, dado el carácter inconstitucional del sistema de pago establecido por la ley agraria, se convirtió en un enfrentamiento ultranacionalista con los Estados Unidos, bajo los gritos de «¡La Reforma Agraria Va!», trayendo como corolario una escalada de mutuas represalias y de enemistad entre ambas naciones, así como la gravitación de Cuba hacia la esfera de influencias geopolíticas del imperialismo soviético.
En el plano nacional, la manipulación demagógica de consignas nacionalistas a propósito de la reforma agraria, y de las divergencias con el gobierno norteamericano, movilizó a las multitudes en apoyo al gobierno revolucionario, y consolidaron las posiciones de poder político de la dictadura castrista. Cuba entregaba la libertad ciudadana a cambio de una reforma agraria que sólo se cumpliría de forma muy parcial.
Resultados de la reforma agraria
La nacionalización de los grandes latifundios sólo transformó la forma de apropiación de los mismos. Si en 1959, el 46 por ciento del área nacional de fincas estaba en poder del 1,5 % de los propietarios, en 1998 el 87,4 por ciento de las tierras agrícolas están bajo el dominio de una sola corporación: el gobierno socialista, controlado por una reducida élite de poder.
Independientemente de algunos modestos avances en la producción de níquel y en la industria turística, la producción azucarera ha continuado siendo el renglón básico de la economía nacional, pese a sus desastrosos resultados en los útlimos años, ocupando el área cañera alrededor del 32 por ciento del total de toda la tierra dedicada a la producción agropecuaria del país.
Con el pretexto de evitar los males del minifundio, el gobierno mantuvo el dominio de la mayoría de las tierras, y organizó su explotación mediante la formación de macroempresas agropecuarias, que controlan cientos de caballerías, y que han probado ser ineficientes e irrentables, en contraste con los resultados obtenidos en el diminuto sector del campesinado individual.
En tanto que la agricultura estatal no ha sido capaz de satisfacer las necesidades alimenticias de la población, el sector cooperativo campesino, que posee sólo el 26 por ciento de las tierras labrantías del país, el pasado año aportó el 79 por ciento del frijol producido en el país, el 69 por ciento de los frutales, el 67 por ciento del maíz, el 57 por ciento de las hortalizas, el 49 por ciento del café, el 28 por ciento de tubérculos y plátanos, y el 27 por ciento de la producción nacional de leche fresca.
La no distribución de la tierra entre los campesinos sin tierras y los obreros agrícolas de los grandes latifundios no permitió que se cumpliera el objetivo de elevar el nivel de vida de los habitantes de las zonas rurales, y esto trajo como consecuencia una descontrolada migración del campo hacia las ciudades, que obligó al gobierno a decretar una severa política migratoria, estipulada en las regulaciones del inconstitucional Decreto 217.
La Reforma Agraria… un fracaso social
La reforma agraria ha constituido un profundo fracaso del gobierno. Ninguno de sus objetivos iniciales fueron cumplidos, y los trabajadores del campo se quedaron esperando por la parcela de tierra que se les había prometido. Sólo recibieron los títulos de propiedad aquéllos que ya poseían el dominio útil de las fincas que cultivaban en condiciones de aparceros y precaristas. Ahora, muchos de los propietarios beneficiados con la reforma agraria han perdido la propiedad de sus fincas al caer en la trampa que constituyen las Cooperativas de Producción Agropecuaria, que actualmente ascienden hasta un total de 1,148, y son las propietarias legales de las antiguas tierras de sus asociados.

Aunque la ley del 17 de mayo de 1959 prohibió por su Artículo 11 la concertación de contratos de aparcería, el gobierno se ha visto en la necesidad de violar ese mandato legal, debido a las bajas producciones de las empresas agropecuarias estatales, y ha creado una especie de aparcería de tipo cooperativo denominadas UBPC (Unidades Básicas de Producción Cooperativa), que han resultado ser en la práctica tan ineficientes como las empresas de donde provinieron. Otra forma de aparcería que ha estado implementando el gobierno ha sido la entrega en usufructo de lotes de tierras a particulares, principalmente para la producción de café y tabaco, que han evidenciado la superior eficiencia del campesino privado, aún cuando no sea el propietario de la tierra que cultiva y explota.

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N.E
Los volvió a dejar sin nada y ahora el monopolista es el estado y los camesinos arrendatarios de tierras por 5 y 10 años del ingenio azucarero o de las empresas agrícolas. Nueva forma de Explotación y sumisión Si te la quitan lo pierdes Todo Solo te dejan un mecate (para que te ahorques) 😦

La No información como Arma de la mal llamada «Revolución» cubana 

Origen: Saber la verdad del régimen no basta CubanetCubanet

 

Mi opinión antes que lean la Historia que ha sufrido el pueblo cubano

«En #Cuba la información podrá circular,pero no es masiva, ni popular, #Venezuela con full internet la censura de los medios masivos se hace sentir en la población, ese que ni está pendiente de las redes sociales y que sale cada día a luchar el bocado de comida. Cuando llegan a sus casa y prenden la radio o la TV lo que reciben es toda la propaganda del régimen sino tienen para pagar cable o DirecTV. Que dejaremos para #Cuba con una población analfabeta en uso de tecnología y redes sociales inexistentes, donde solo los jóvenes luchan por abrir brechas a la censura, más con sed de moda y diversión que por preocupaciones políticas. El camino es arduo y dificil, pero se avanza lentamente, para eso estamos los que podemos contribuir con un pequeño grano de arena a roer la pata Totalitaria de la Censura. Recuerden el Totalitarismo se soporta en tres patas o pilares 1-La Censura, 2-El enemigo externo, 3- el hambre, miseria y represión como Políticas de Estado) Una pata que pierda, se cae el Sistema nada es casual y todo lo que ves y sufres es Causal hermano cubano y venezolano.»

Saber la verdad del régimen no basta

A 30 años de la Glásnost, una mayor circulación de información en la Isla no ha debilitado al castrismo

En la Rampa habanera, en busca de Wifi (foto: AFP)

LA HABANA, Cuba.- En Cuba, durante bastante tiempo, pareció lógico creer que, dado el profundo temor que siempre mostraba el gobierno por la libre información, bastaba cierta circulación de datos y noticias no controlados para que el castrismo comenzara a desintegrarse.

Durante gran parte de la revolución, el partido comunista logró evitar con notable éxito que a los ciudadanos cubanos les llegara información sobre la que él no tenía control, tanto la que provenía del exterior como la que se generaba precisamente dentro del país. La verdad era un arma del enemigo y con ella no se podía construir un sistema político tan ajeno a la naturaleza humana como el comunismo.

El dominio sobre todos los medios masivos de comunicación era tan férreo que, para conocer algunas noticias sobre lo que ocurría de veras en otros países o para escuchar la música que más sonaba en el mundo, tenía uno que sintonizar emisoras extranjeras de manera preferiblemente clandestina.

En la segunda parte de los ochenta, todo empezó a complicarse para el gobierno. Surgió Radio Martí, con su temible eslogan “la información es poder” y con una señal tan fuerte que podía captarse claramente en casi todo el país. Comenzó también en la Unión Soviética una renovación encabezada por Mijaíl Gorbachov donde la transparencia informativa cobró gran importancia. En Cuba, además, echó a andar definitivamente el periodismo independiente.

Comenzaron entonces, por supuesto, a darse algunos acontecimientos e incluso algunos cambios importantes en la vida social, cultural y política del país, que fueron en gran parte consecuencia de una inusitada circulación de la información. Los testigos de aquello que comenzó hace treinta años con la perestroika y la Glásnost nunca olvidaremos las esperanzas que trajo.

La gente acudía como nunca a los estanquillos solo para comprar la prensa que venía del “campo socialista”. El gobierno ordenó desaparecer publicaciones soviéticas como Sputnik, Novedades de Moscú o Literatura Soviética, además de innumerables revistas de otros países de Europa del Este, pero eso no impidió que siguieran creciendo las expectativas de cambios.

Tan insoportable como la posterior decisión del líder soviético de retirar sus tropas de Europa del Este, debió resultar para Fidel Castro que Gorbachov declarara a la revista Time que “detestaba mentir”. A la Glásnost, de hecho, el Comandante la llamaba burlonamente “la mujer de otro”. Por eso, en el cacareado “proceso de rectificación de errores” en la Cuba de entonces no hubo nada parecido a un adulterio.

Ya desde antes de las reformas en la Unión Soviética y en otros países de su bloque existió el fenómeno de las publicaciones clandestinas, que en Cuba no se dieron con notable impacto. Cuando terminaron los 70 años de falsas noticias en la URSS, aquella búsqueda clandestina de la verdad afectó el modo en que ocurrió el colapso, pues los disidentes habían creado la expectativa de que un nuevo lenguaje era posible, expresando la realidad sin filtrarla por el poder.

Finalmente cayó el muro de Berlín y desaparecieron el “socialismo real” y la propia Unión Soviética. Aquí, nos pareció que veíamos un destello al final del túnel. “Ya viene llegando”, cantaba Willy Chirino. Muchos creyeron que el derrumbe del castrismo era cuestión de días, o al menos solo de meses. No era una ilusión gratuita. Tan asombrosa como la caída del comunismo fue la supervivencia de este gobierno totalitario.

La Cuba de finales de los ochenta, recordemos, estaba muy viva. En los ámbitos de la política y de la cultura, en la sociedad y en la mente de las personas, ocurrieron cambios como no se habían dado nunca en treinta años de revolución. Pero llegaron los años noventa y llegó el abismo; llegó la miseria total, la muerte y la fuga.

Desde entonces, en el alma de muchos cubanos, este país es solo una catástrofe de la que hay que escapar, incluso cuando no puedan salir de aquí. Y, 30 años después, en Cuba, el ciudadano real casi ha desaparecido; no hay nada parecido a una intelectualidad, la sociedad civil al margen del régimen está bajo enormes presiones, como el activismo político, que no ha podido alcanzar la fuerza necesaria.

Actualmente, pese a la censura y el control gubernamental, en nuestro país hay mayor circulación de información libre que nunca antes en casi 60 años, sobre todo a través de medios digitales. En realidad, es muy difícil a estas alturas no encontrar de alguna manera lo que uno quiere saber.

Pero esa mayor libertad informativa —aunque tenga efectos muy desagradables para el régimen que este siempre tratará de evitar o minimizar— no ha conseguido el impacto esperado y no ha debilitado mortalmente a la dictadura, sobre todo porque no ha habido una estrategia efectiva para encauzar la necesidad de cambios profundos.

El poder de la información fue muy sobrevalorado por muchos. Es evidente que gran cantidad de personas puede juzgar ahora con innumerables elementos a su alcance y obtener mayor certeza sobre cualquier tema, pero eso no implica un cambio cualitativo ni una progresión esencial. Poder saber la verdad no basta si esa verdad no importa lo suficiente. Saber dónde se está no es lo único necesario para saber a dónde ir.