LECCIONES DE SOCIALISMO YA OLVIDADAS EN #CUBA


LECCIONES DE SOCIALISMO YA OLVIDADAS

 

Por: Alexis Boente ©

 

“La democracia en la producción es una condición necesaria para el libre desarrollo de todos”

Carlos Marx

 

El mundo que queremos construir es una sociedad de productores asociados en donde cada individuo pueda desarrollar plenamente sus potencialidades: un mundo que, desde el punto de vista de Marx, permita“ el desarrollo absoluto de su potencial creativo,” el “total desarrollo del contenido humano,” el “desarrollo de todos los poderes humanos como un fin en sí mismo”. Los seres humanos fragmentados y parcelados que el capitalismo produce serían reemplazados por seres humanos completamente desarrollados, “el individuo completamente desarrollado para el cual las distintas funciones sociales no son sino diferentes modos de actividad de las que se ocupará  sucesivamente. ”el proceso socialista es un proceso tanto de destrucción como de construcción: un proceso de destrucción de los elementos de la vieja sociedad que todavía permanecen (incluyendo el soporte para la lógica del capital) y un proceso de construcción de los nuevos seres humanos socialistas

 

El mundo que los socialistas siempre han querido construir es aquel en el cual cada persona se relacione con las demás como partes de una gran familia; una sociedad en la que seamos capaces de reconocer que el bienestar de los demás nos beneficia a todos: un mundo de amor y solidaridad humana donde, en vez de clases y antagonismos clasistas, tengamos “una asociación, en la cual el libre desarrollo de cado uno sea la condición para el libre desarrollo de todos”.

 

El cambio simultáneo de las circunstancias y de sí mismo (o lo que Marx llamó “la práctica revolucionaria”) radica en cómo construimos la nueva sociedad y los nuevos seres humanos.

 

Obviamente, la naturaleza de nuestras instituciones y relaciones debe suministrarnos el espacio para dicho auto-desarrollo. Sin democracia en la producción, por ejemplo, no podemos construir ni una nueva sociedad, ni personas nuevas. Cuando los trabajadores se comprometen con la autogestión, combinan la concepción del trabajo con su ejecución. Entonces, no sólo se pueden desarrollar las potencialidades intelectuales de todos los productores asociados, sino que la “sabiduría tácita” que tienen los trabajadores sobre mejores formas de trabajar y producir también puede convertirse en una sabiduría social de la cual todos podremos vernos beneficiados. La producción democrática, participativa y protagónica permite ambas cosas: aprovechar nuestros recursos humanos ocultos y desarrollar nuestras capacidades. Pero, sin  esa combinación de cabeza y mano, las personas permanecen como aquellos seres humanos fragmentados y parcelados que produce el capitalismo: la división entre los que piensan y los que hacen se mantiene como el modelo que Marx describió en el cual “el desarrollo de las capacidades humanas de unos, está basada en la restricción del desarrollo de las capacidades de otros”. La democracia en la producción es una condición necesaria para el libre desarrollo de todos.

 

Pero ¿qué es la producción? No es algo que ocurre sólo en la fábrica o en lo que tradicionalmente identificamos como el lugar de trabajo. Cada actividad que tiene por objetivo proporcionar aportes para el desarrollo de los seres humanos (especialmente aquella que nutre directamente el desarrollo humano) tiene que ser reconocida como producción.

 

Más aún, las concepciones que guían la producción deben ser en sí mismas producidas. Las metas que guían la producción son características distintivas de las diferentes sociedades. En el capitalismo, las metas que la guían son las de la ganancia individual de los capitalistas. En una sociedad de productores asociados, las metas específicas están relacionadas con el autodesarrollo de las personas que viven endicha sociedad. Sólo a través de un proceso en el que las personas están involucradas en todos los niveles en la toma de las decisiones que las afectan (es decir, su vecindario, comunidad y la sociedad como un todo),las metas que guían la producción pueden ser las mismas metas del pueblo. A través de su participación en esta toma de decisiones democrática, la gente transforma tanto sus circunstancias como a sí misma: se auto-produce como sujeto en la nueva sociedad. Dicha combinación de desarrollo democrático de las metas y de ejecución democrática de las mismas es esencial porque, a través de ella, los individuos pueden entender las conexiones entre sus actividades y entre ellos mismos. La transparencia es la regla en la sociedad de productores asociados: siempre queda claro quien decidió lo que había que hacer y cómo debía hacerse. Con la transparencia se fortalece la base de la solidaridad. La comprensión de nuestra interdependencia facilita la visualización de los intereses comunes, una unidad basada en el reconocimiento de nuestras diferentes necesidades y capacidades.

 

Vemos que nuestra productividad es el resultado de la combinación de nuestras distintas capacidades y que nuestra unión, y el control comunitario de los medios de producción nos convierten a todos en beneficiarios de esfuerzos comunes.

 

Esas son las condiciones en las cuales todos los frutos de la cooperación se dan de forma abundante y podemos centrarnos en lo que es realmente importante: la creación de las condiciones en las cuales el desarrollo de todos los poderes humanos sea un fin en sí mismo. En el mundo que queremos construir todas estas características y relaciones coexisten simultáneamente y se apoyan entre sí. La toma de decisiones democráticas en el lugar de trabajo (en vez de la dirección y la supervisión capitalista); la dirección democrática de las metas de la actividad por parte de la comunidad (en lugar de la dirección capitalista); la producción con el propósito de satisfacer las necesidades (en lugar del propósito de la ganancia privada); la propiedad común de los medios de producción (en lugar de la propiedad privada o de un grupo); una forma de gobierno democrática, participativa y protagónica (en vez de un Estado todopoderoso y por encima de la sociedad); la solidaridad basada en el reconocimiento de nuestra común humanidad (en vez de la orientación hacia el interés personal); el enfoque hacia el desarrollo del potencial humano (en vez de hacia la producción de bienes). Todos estos rasgos son parte de un nuevo sistema orgánico: la verdadera sociedad humana. Pero, ¿cómo se construye este mundo?

 

Sin embargo, como Marx bien sabía, este proceso requiere una clase especial de Estado y no su forma heredada, aquel Estado todopoderoso y por encima de la sociedad que no es sino la “fuerza pública organizada para la esclavitud social”. El Estado mismo tiene que ser transformado en un instrumento que esté subordinado a la sociedad, en el “autogobierno de los productores”. Si no se crea un poder desde abajo, más que el autodesarrollo —que es la esencia de la sociedad de los productores asociados—, la tendencia será a que surja una clase por encima de nosotros: una clase que identifique el progreso con la capacidad de controlar y dirigir desde arriba. Marx insistió en que la clase obrera no podría usar “la máquina del Estado tal como está para sus propios fines” él lo sabía porque aprendió de la historia. Particularmente, aprendió que los trabajadores que participaron en la Comuna de París habían espontáneamente descubierto la forma necesaria del Estado de los trabajadores, un Estado democrático y descentralizado que fuera manejado desde abajo. “Toda Francia”, Marx comentaba, habría sido organizada en comunas auto-administradas y auto gobernadas. Marx respondió a las dudas de Bakunin sobre el Estado obrero: todos los miembros de la sociedad serían realmente miembros del gobierno porque la cosa empieza con la auto-administración de cada distrito.

 

El cambio simultáneo de las circunstancias y de sí mismo (o lo que Marx llamó “la práctica revolucionaria”) radica en cómo construimos la nueva sociedad y los  nuevos seres humanos.