Lo mejor de Cuba se está iendo al Exilio

BARRIO BLOG, otro blog cubano en las afueras: CARTA ABIERTA A UN AMIGO YA MAYOR EN EL EXILIO.

CARTA ABIERTA A UN AMIGO YA MAYOR EN EL EXILIO

 

 

Amigo Mayor: sí, yo creo que nosotros, la generación nacida en Cuba a finales de los 60s y principios de los 70s, en su gran mayoría sí tuvimos una niñez feliz en Cuba. Que fuimos tan felices como los niños pueden serlo en una familia en la que el padre le es infiel a la madre, pero sólo en horas de trabajo. Tan felices como los niños pueden serlo en una familia en donde el padre golpea a la madre, pero jamás en el rostro y solamente allí, en la lejana alcoba cuyo acceso les es vedado a los infantes.

                              El 25 de mayo de 1972, 
                              a sólo cuatro días de mi 
                              tercer aniversario, mientras mí pequeño estómago se llenaba de mariposas de ansiedad y alegría pensando en las croqueticas que me haría me abuela Julia, y en las botellas de coca cola y en los globos amarillos; en la cárcel del “Castillo del Príncipe” Pedro Luis Boitel moría en huelga de hambre, pero yo no lo supe entonces,
                                                                                                         nosotros entonces no lo supimos.
No teníamos hambre, el Diablo estaba bien localizado, no vivía en Cuba sino a noventa millas y siempre de noche. Nuestros padres nos llevaban al zoológico de 26 o a una casa en Guanabo, luego al final del curso, verano. Círculo social obrero, playas de Marianao, Náutico, Santa María, Tarará y juguetes del Dieskimir. Izar la bandera y decir que viva la Patria libre y soberana.
Éramos felices por “Deducción”: si los mismos padres que me llevan al zoológico de 26 a montar el trencito, la estrella del Parque Lenin, la “Montaña Rusa” de Jalisco Park y del Coney Island, me dicen que ser como el Che es un honor y que el Diablo vive a 90 millas, pues tiene que ser verdad.

Incluso a los 15 años, un grupo de cuatro amigos de los cuales el menor sólo tenía 13 años y el mayor 17, nos fuimos solitos, desde la Habana, los cuatro a escalar el Pico Turquino, y lo logramos después de una noche literalmente de rayos en la manigua y las cumbres de madrugada en la campiña oriental. Recuerdo a Beló, el abuelo de mi querida amiga La China, que nos fue a despedir a la estación de trenes de La Habana Vieja. Como si fuera hoy lo recuerdo.

El problema nuestro, el de La China y el mío, y de otros tantos, que crecimos en el mismo reparto “Buen Retiro” y que compartimos la escuela desde la primaria y hasta la juventud temprana, comenzó en la adolescencia, como suele sucederle a todos, pero con la particularidad de que empezamos a darnos cuenta, a sentir que algo estaba muy mal, y que aun derribando a nuestros padres, no conseguiríamos lo que persiguiésemos, si era genuino. Que las negativas de los padres y sus temores no nacían en ellos, que ellos no encontraban argumentos para decirnos tantos “no se puede”. Comenzamos a sentir y a descifrar el miedo de nuestros adultos para luego comenzar a sentir el propio. Mi querida amiga  y yo estudiamos el bachillerato en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos. A unos nos llegó el despertar más sutilmente que a otros, pero fue como “Matrix”: una vez que te tomes la píldora del color “equivocado” ya no hay marcha atrás y el mundo se te derrumba y tú con el mundo.


Y se empezaron a ir los amigos del país, y tuvimos que desprendernos de los primerísimos amores, y nos fuimos quedando solos, en las ruinas de un mundo derrumbado, todo el tiempo perseguidos por los pulpos mecánicos guardianes de la “Matrix” y rodeados de “agentes”. Lo sé porque no fui de los primeros en irse. Por eso aún digo hospital cada vez que quiero decir aeropuerto y viceversa. Esto último no fue una metáfora, ni una parábola ni un símil, sino la pura y cruda verdad. Yo estoy traumatizado.


Ya sabía que Santa Claus no existía, pero tampoco el Anti-Santa Claus en el que creímos cuando juntos llevábamos flores a Camilo existe. Solo el amor La China y a los demás amigos que son como los lugares de la niñez existen. Ellos son nuestra niñez y nosotros la niñez de ellos. Por eso sin embargo seguimos sintiendo añoranza, aunque ahora sabemos que todo fue una farsa montada por aquellos demonios para desangrarnos. Como la Bruja de Hazel y Greta.


Y ya es muy tarde Amigo Mayor, por eso sentimos La China y yo, y quizás también los otros, profunda tristeza, cuando vemos las piscinas en donde aprendimos a nadar llenas de escombros, porque en ellas fuimos inocentemente muy felices, pero felices, a pesar.


Esas «piscinas» de Ciudad Escolar Libertad, antiguo Cuartel Columbia, hoy llenas de escombros, eran los frascos inamovibles en donde guardábamos nuestros recuerdos. Frascos hoy rotos, Amigo Mayor.

Patria y Libertad


Julio César Soler Baró. Otro cubano en el exilio. Oluwo Otura-Niko